Uyuni tiene su cementerio de trenes

Testigo del boom de la minería

En el corazón de Bolivia, en la ciudad de Uyuni, se esconde uno de los cementerios más curiosos del mundo: un cementerio de trenes, algunos del siglo XIX, que permanecen como testimonio de una época pasada. Más de 100 locomotoras y vagones pueblan un paisaje único que ayuda a revitalizar la economía local a través del turismo.

A principios del siglo XIX, con el desarrollo de la minería tanto en Bolivia como en la vecina Chile, el capital británico desarrolló los ferrocarriles para conectar esta zona del Altiplano, famosa por sus minas, con la capital La Paz y Antofagasta, en la costa chilena.

El boom que trajo a este municipio, donde se construyó la primera estación de tren del país, incluyó su propia fábrica, y muchos de los esqueletos que pueblan hoy el paisaje se manufacturaron en el mismo lugar en el que descansan

Sin embargo, a mediados del siglo pasado la minería entró en declive, y con él la razón de ser del ferrocarril, del que ahora solo quedan unos restos que combinan la belleza propia de unas ruinas con el recuerdo amargo de un pasado más próspero.

La localización de Uyuni, junto al salar del mismo nombre -el más grande y el más alto del mundo- ha provocado, además, que los trenes abandonados se hayan corroído más de lo que habría ocurrido en otros lugares. Además, las piezas más útiles han sido reutilizados hace mucho tiempo, y los grafitis terminan de conformar un cuadro único.

El turismo es ahora la esperanza de Uyuni, y el cementerio de trenes se ha convertido en una atracción por sí misma que combina con los espectaculares paisajes que conforman el salar. El lugar se ha convertido en un punto de referencia para fotográfos y curiosos que se mueven con libertad entre los restos de los trenes, algunos incluso transformados en improvisados columpios.

(El Economista)